Vista 1945

Vista 1945
Hotel Boulevard Atlántico. Mar del Sud. Año 1945. Archivo Pablo Grigera

viernes, 24 de julio de 2020

¿Qué queda del histórico Hotel Boulevard Atlántico de Mar del Sud? Palabras finales


La utilización del término restauración, en este caso, tiene dos lecturas. Por un lado, desde un punto de vista coloquial, hace referencia al intervenir una obra patrimonial, ponerla en valor ya que ha perdido las características que le dieron entidad. Por el otro, podríamos considerar el término restauración desde el punto de vista de la especialidad, basada en lo que establecen las cartas internacionales que regulan la actividad profesional. Desde esta óptica podríamos tomar en cuenta la definición de uno de sus teóricos más importantes, Cesare Brandi[1], que define sus alcances al afirmar que “la restauración debe dirigirse al restablecimiento de la unidad potencial de la obra de arte, siempre que esto sea posible, sin cometer una falsificación artística o una falsificación histórica, y sin borrar huella alguna del transcurso de la obra de arte a través del tiempo”.
A partir de esta definición podríamos entonces hacer  mención a la falsedad artística e histórica como hechos destacables de las obras realizadas en el edificio, tanto como de la destrucción de esas “huellas” a la cual alude la definición,  tal cual ha demostrado este trabajo.
¿Por qué hablamos entonces de restauración?  Quizás las razones sean la ignorancia sobre los alcances  de su definición o el uso avieso del término para disimular el fracaso de la intervención y los errores cometidos, tanto por sus responsables profesionales como por las autoridades que avalaron dichas tareas.
Por ello es importante describir lo realizado comparándolo con el estado anterior a su intervención, mostrar los procesos constructivos, elementos, materiales y tecnologías que existieron en el edificio, que daban  valor al conjunto y que debieron ser preservados a partir de un proyecto de intervención profesional que los hubiese considerado.
El edificio es un bien privado, por ende se afirma que el propietario puede hacer lo que quiera. Obviamente esto es parcialmente cierto ya que existen leyes y ordenanzas que lo protegen y que debieron ser cumplimentadas.  Hay que entender también que el edificio es patrimonio de toda una comunidad que no tiene edificios catalogados ni en el ámbito provincial ni nacional y hubiese sido una oportunidad cierta qué General Alvarado se sumase al listado de bienes protegidos. El desastre de lo ocurrido ha alejado esta posibilidad y las autoridades parecen no darse cuenta de ello  enfrascados en justificar lo que es imposible de explicar.
Las obras del hotel han sido también un enorme fracaso para la sociedad de Mar del Sud ya que a la esperanza inicial le siguió la desazón y al desguace del 2012 la rapiña con el triste saqueo del edificio.
Les habían prometido un hotel que luciría como nuevo; fueron literales, y destruyeron todo el edificio para tratar de hacerlo a nuevo. En poco tiempo arruinaron lo que ni el clima ni el paso del tiempo pudieron hacer. En el descalabro, sus piezas y elementos constitutivos sólo sirvieron para adornar viviendas de la localidad, como objeto de venta en algún corralón de usado o como souvenir que recordara la historia del hotel.
Muchos necesitan creer, seguir creyendo que las obras avanzan. Piensan  en el hoy ya que no hay posibilidades de soñar con el mañana. Muchos creen por estar involucrados en las tareas, otros creen porque tienen miedo a no creer  y  otros porque hay que creer, pero nadie se digna investigar y consultar, a los que pueden dar respuestas,  sobre qué es lo que hay que hacer.
¿Qué sentido tiene “restaurar” un edificio si no se consolida lo existente, lo que sobrevive aún al paso del tiempo?
¿Qué sentido tiene “restaurar” si hace seis años que el edificio carece de la totalidad de la  cubierta?
La restauración debe entenderse como un objetivo de máxima. No podemos seguir afirmando que restauramos cuando las molduras agregadas a partir del 2014 se caen ante la sonrisa socarrona de las que aún subsisten desde 1891.
Para el habitante de Mar del Sud el hotel parece una carga que se manifiesta en la ignominia de observar desde hace 30 años un edificio clausurado, en ruinas y en pleno boulevard principal. Por ello apoyaron entusiastas los proyectos surgidos a partir de 2012 y que prometían su puesta en valor. Importaba el hacer, no importaba el cómo, esos eran hechos menores. Hoy ante el desastre de lo actuado esos preconceptos parecen entrar en duda. No se comprendió  que se estaba destruyendo al edificio, que se estaban perdiendo elementos, tecnologías, materiales y sistemas constructivos propios del siglo XIX que hacían a la calidad patrimonial del edificio y eran únicos en su especie.
Como siempre, se justifican errores expresando que no se podía restaurar el edificio, por sus costos, por su estado terminal, lo cual es fácil rebatir ya que con el mismo dinero invertido se podrían haber hecho las cosas bien.
General Alvarado tendrá que hacerse cargo de lo sucedido, de su mirar para el costado mientras se desarmaba el edificio, de apoyar las obras que destruyeron al hotel pese a las múltiples denuncias que alertaban sobre lo ocurrido. También es hora de repensar el edificio, ver que se puede hacer aún, dar un paso hacia adelante pensando en el futuro de Mar del Sud y su hotel. Para ello el municipio deberá asumir sus responsabilidades y emplazar al propietario a realizar las tareas con idoneidad bajo la dirección de profesionales y bajo la tutela de organismos que velen por la preservación del patrimonio. De no ser así, las obras continuarán desvirtuando diariamente al edificio y destruyendo lo poco que queda de él, único en su tipo en la Argentina y que General  Alvarado, por ignorancia y connivencia con los que perpetraron este desastre, se negó a preservar.





l[1] Teoría de la Restauración. Cesare Brandi. Alianza Forma. Alianza Editorial. 2002





Foto. Pablo Foche. 2020







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