Cuando en agosto de 2013 se inician las obras de puesta en valor del Hotel
Boulevard Atlántico de Mar del Sud, la celeridad en el inicio de las mismas
queda reflejada en dos hechos particulares:
1.- Por un lado, la empresa a la que le serán adjudicadas las obras
visita por primera vez el edificio en junio de 2013 convocados para
presupuestar las tareas de puesta en valor de la fachada. El 22 de julio se
firmará el contrato respectivo, luego de ser aceptada la propuesta presentada y
de depositar 56.000$ en concepto de “garantía”,
para iniciar las obras en agosto de 2013. Se establecía la finalización de las
mismas, según lo convenido con el municipio, para el 30 de noviembre del mismo
año.
Queda claro a estas alturas que en 10/15 días es imposible realizar un
diagnóstico total de las patologías de la fachada, con los estudios
correspondientes que permitan determinar su problemática y así elaborar un
proyecto de intervención patrimonial que permita rescatar la fachada y en base
a esos estudios presupuestar las tareas y luego dar inicio a ellas.
No hay duda ya que las obras fueron comenzadas sin el más mínimo
estudio previo que la fachada hubiese requerido, ya sea entendiendo la composición
de sus revoques, la adherencia del sustrato original, la comprobación del
estado de molduras, elementos ornamentales, estudios históricos acerca del
devenir en el tiempo de la fachada, etc. que llevarán a los actuantes a demoler
la totalidad de los revoques originales y demás tareas que debieron ser evitadas
y que ya hemos mencionado en otros escritos.
Hoy en día vemos las consecuencias de dichos hechos en revoques
cementicios que han suplantado a los originales, en molduras inventadas, en los
errores respecto al número de modillones y balaustres originales, etc. Ni que
hablar de la remoción total de la cubierta original y de su estructura, hecho
aberrante desde el punto de vista patrimonial.
Era tan acuciante la necesidad de
iniciar las tareas que se obviaron por completo los más mínimos estudios
imprescindibles a la hora de actuar sobre un bien del valor patrimonial del
hotel; así como también era improbable que las obras se hubiesen podido
realizar en el tiempo estipulado, que entre otras cosas buscaba la inauguración
de las mismas antes del comienzo de la temporada estival. Quizás y como ejemplo
del nulo profesionalismo del Grupo Inversor sea bueno observar los planos de la
fachada del contrafrente del edificio, presentados ante el municipio de General
Alvarado, y en base a los cuales se otorgó el permiso provisorio de las obras,
en donde los errores del diseño de sus cubiertas demuestran, no sólo lo
estrafalario de la propuesta, sino también los yerros infantiles de
representación, propios de un estudiante y no de un profesional.
2.- Por otro lado hay que entender también el contexto político en el que se desarrollan las tareas, con un intendente de Gral Alvarado postulado por el Frente Renovador de la sección V de la Provincia de Buenos Aires y que será elegido para senador en las elecciones de octubre de 2013.
Quizás las obras y el proyecto faraónico le sirviesen para reforzar su propia candidatura, como también que la caída y huída del grupo inversor lo encontrarán ya electo como senador dejando en manos de su sucesor el problema del hotel y el manejo de la Municipalidad.
Seguramente dichas necesidades habrán conspirado en la necesaria claridad para la toma de decisiones por parte del intendente que no pudo advertir la carencia de avales y la poca seriedad del grupo inversor original así como tampoco pudo dar respuesta, con anterioridad, al terrible desguace sufrido por el hotel producido unos meses antes de que se presentara el proyecto ante parte del gabinete municipal.
Quizás ese “hecho consumado” haya sido una jugada maestra que obligará al intendente a apurar sus decisiones, como a sus autores intelectuales a tener despejado el camino para realizar su propio proyecto que descartaba por completo el sector afectado. El daño, estaba hecho.
Caído en desgracia el grupo inversor, le cupo al nuevo intendente decidir como continuar.
¿Porqué el municipio no consultó a organismos vinculados a la preservación del patrimonio sobre qué hacer? Se ufanaron de los trabajos realizados por la Universidad de Mar del Plata y de San Simón de Cochabamba, pero fueron incapaces, primero, de llamarlos y luego de fiscalizar las obras, potestad indelegable del Municipio. Nuevamente las decisiones fueron erróneas, y se le entregó a la empresa subcontratista la posibilidad de proseguir las obras, de decidir qué hacer, recordando que los mismos carecían de formación profesional alguna sobre cómo actuar en obras de valor patrimonial. Lo triste del caso es que en el curriculum presentado, y que dista mucho de ser el de un profesional del Patrimonio, se exponen los trabajos por ellos realizados y en los cuales queda clara su actuación bajo la dirección de un profesional, concentrándose su tarea en hechos concretos como la factura de molduras, hechura de revoques, etc, nunca en la dirección de la totalidad y complejidad que implica decidir sobre los aspectos de una obra de valor patrimonial y para lo cual no estaban preparados.
¿Cómo pudo el municipio entregar las decisiones de cómo actuar en el mayor bien patrimonial del partido a gente sin formación profesional alguna? No lo sabemos. Quizás la respuesta sea que fuese imprescindible salir del oprobio que significó la caída del grupo inversor original, denunciados por estafa y que publicitaron el emprendimiento en cuanto medio nacional pudieron y ello haya nublado la claridad de decisión del intendente. Hoy vemos con tristeza los resultados de tantos errores acumulados y de los cuales el edificio ha pagado un elevado costo. Lo increíble es que “los buenos restauradores”, en palabras del intendente, sean entre otras cosas incapaces de poder contar las piezas originales que han retirado, colocando en su reemplazo, pero en menor cantidad, las nuevas por ellos realizadas, sin recordar cuántas de ellas su proyectista original colocó. Quizás las matemáticas no sean el fuerte de estos artesanos.
Seguramente las obras continuarán, quizás el ritmo cansino de las mismas se incremente proporcionalmente a las necesidades electorales de los gobernantes, lo que si queda claro a estas alturas es que lo que se ha hecho con el Hotel Boulevard Atlántico de Mar del Sud es un crimen, quizás de esos que no se condenan, pero que quedará grabado en el grueso cemento de una pésima intervención que pudo hacerse bien, pero por ignorancia, ocultamiento o incapacidad no se supo, ni quiso hacer.
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